Cuando se es predestinado, tomar la decisión de realizar un cambio o de mantenerse firme en el empeño del momento, determinando que la mejor decisión es precisamente no cambiar absolutamente nada, permiten que en el fluido devenir del tiempo, la constancia, la dedicación, el esfuerzo, la disciplina, el oficio, junto a las habilidades y cualidades, guía y protección que Dios y La Virgen han dado, permiten que se realicen trayectorias e historias memorables, especialmente en el deporte.
En cuanto al Béisbol se refiere, en la década de 1910, nunca sabremos si George Herman «Babe» Ruth, de haberse mantenido como lanzador, hubiera logrado ser uno de los mejores lanzadores en la historia de Grandes Ligas pero tomó la decisión de ser un jugador de posición y ese cambio, lo llevó a convertirse en la principal referencia ofensiva de poder en la historia de la Major League Baseball.
Durante la década de 1930, en el High School de Pasadena, California y En la Universidad de Los Ángeles (UCLA), un descendiente de esclavos, era sin duda el atleta más destacado, al ser el mejor hasta en cinco disciplinas deportivas, Atletismo, Béisbol, Fútbol Americano, Tenis y Baloncesto. Finalmente se decidió por el Béisbol y labró una de las carreras más importantes en Grandes Ligas, su nombre, Jackie Robinson.
Décadas más tarde, el ex grandeliga Dave Winfield, los basqueteros George Carter y Jo Jo White, junto a los jugadores de Fútbol Americano Noel Jemke, Mickey McCarty y Dave Logan, son seis jugadores que fueron drafteados para jugar en diferentes deportes profesionales de Estados Unidos, destacando que Winfield, Carter y McCarty, fueron drafteados para jugar en cuatro ligas pero cada uno tomó su decisión, para dedicarse a tiempo completo a una sola disciplina deportiva.
Ex grandeligas como Deion Sanders y Bo Jackson dividieron sus carreras deportivas entre la NFL y la MLB, como dos de los casos más destacados, sin embargo, en realidad son demasiados los atletas que han podido destacar en más de una disciplina deportiva y han tenido que decidir por una sola, lo cierto, es que en algún punto, tomaron decisiones trascendentales en sus carreras y en sus vidas.
Cabe destacar que no siempre las importantes decisiones han estado basadas en cambios radicales, hay decisiones que han sido tomadas para perseverar y vencer, a pesar de determinadas circunstancias. En los años 90´s, durante su época de jugador infantil, a muy corta edad, como a sus 9 años aproximadamente, el venezolano Miguel Cabrera se encontraba esperando turno al bate con el equipo de Béisbol infantil al cual pertenecía en su natal ciudad de Maracay en Venezuela, cuando uno de sus compañeritos de equipo que estaba en turno al bate, recibió un fuerte pelotazo del lanzador, que sorprendió demasiado al hoy en día grande liga y futuro miembro del Salón de la Fama del mejor Béisbol del mundo. El asombro fue tal, que Cabrera no quiso y no pudo jugar por un tiempo, a pesar de que su padre (Miguel Cabrera) y su tío José Tórres, quienes comandaban la escuela de Béisbol infantil, le insistían en que continuara jugando. Su madre Gregoria Tórres de Cabrera, quien era muy buena jugadora de Softbol, tuvo la inteligencia y paciencia precisa, para decirle e insistirle en el momento adecuado a su hijo Miguel Cabrera que regresara a la acción de juego, decisión que tomó, que le permitió desarrollar su extraordinaria carrera en el Big Show.
Pero anteriormente hubo otra decisión trascendental que derivó en un cambio de disciplina deportiva, como cosas del destino o más probablemente, designios de Dios y de la Santísima Virgen, en éste caso, en su advocación como Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá o Virgen de La Chinita. En algún punto de los años 40´s, siempre en Venezuela pero en su ciudad natal Maracaibo, un niño de nombre Luis Ernesto Aparicio Montiel, era el arquero del Club infantil Guaraní y recibió una fuerte falta en una de sus piernas, específicamente en una de sus pantorrillas y esa fuerte infracción en su contra, le llevó a dejar de practicar el balompié y dedicarse al juego de el bate, el guante y la pelota.
Su padre, Luis Aparicio Ortega, quien a temprana edad destacó en el atletismo y en el Fútbol, al punto de ser delantero y goleador de clubes de Fútbol de Primera División de Venezuela, Clubes de Caracas y Maracaibo durante la década de 1920, decidió dedicarse al Béisbol. En 1928 fundó junto a su hermano Ernesto el equipo de Béisbol «Los Muchachos», que luego pasó a llamarse «Gavilanes de Maracaibo». Gavilanes ganó 15 de 20 torneos de la Liga Zuliana de Béisbol de Verano entre 1932 y 1957.
Luis Aparicio Ortega se convirtió en el mejor Short Stop venezolano de su época, siendo además muy atlético y elegante en su juego, destacó en la Serie Nacional de Béisbol de Primera División, en la que jugó para siete equipos en once temporadas entre 1931 y 1945, jugó para el Magallanes y también fue contratado por Tigres del Licey, en República Dominicana en 1934, siendo el primer venezolano en jugar Béisbol Profesional en el exterior, al hacerlo en la desaparecida Liga de Verano en Quisqueya. Luis Aparicio Ortega fue un bateador de líneas y corredor muy veloz, que a pesar de no ser un bateador dominante, sus batazos en línea y velocidad en las bases le convirtieron en una pieza importante a la ofensiva pero su carta de presentación fue la defensa, razón por la cual le decían «El Grande», siendo miembro de la Selección Nacional de Béisbol de Venezuela, en la Copa Mundial de Béisbol en La Habana, Cuba, de 1942.
Una operación de una hernia y otras operaciones posteriores, le impidieron a Luis Aparicio Ortega aceptar una invitación de Senadores de Washington en Grandes Ligas en 1938, y es que Luis Aparicio Ortega era tan bueno a la defensiva, que en 1945, durante un juego celebrado en Venezuela, Jackie Robinson y Roy Campanella se quitaron la gorra para levantarla y rendirle honores. Solo un año después, en 1946, junto a Alejandro «El Patón» Carrasquel formaron parte del Magallanes que fundó la Liga Venezolana de Béisbol Profesional en juego ante Patriotas de Venezuela, al cual derrotaron 5 carreras por dos en el Estadio Cervecería Caracas, siendo Aparicio Ortega el primer jugador en conectar el primer hit y anotar la primera carrera en la historia de la Liga.
Luego Luis Aparicio Ortega jugó por seis campañas para los Sabios de Vargas, antes de retirarse del juego en 1953 con el equipo que junto a su hermano fundó, Gavilanes.
Su hijo, Luis Ernesto Aparicio Montiel, el cual había dejado el Fútbol para dedicarse al Béisbol, mantenía como bandera la orden que su padre le había transmitido a partir de semejante decisión: «Tenés que ser mejor que yo, el número uno si es que vais a ser pelotero». Ese año de 1953, Aparicio Jr. fue contratado para jugar con Cardenales de Carora porque ya se le consideraba uno de los mejores peloteros del país. Con los caroreños bateó para .365 de Average, culminando líder en carreras anotadas y bases robadas. Luego jugó en la Serie Mundial Amateur de ese mismo año y aunque no fue el Campo Corto, ya que para el momento Román Vilchez y Alfonso Bracho eran los mejores custodios de la posición para la época, Luis Aparicio Montiel, quien para entonces contaba con solo 19 años de edad, defendió el jardín izquierdo de la selección y terminó como el líder en anotadas, bases robadas y la mejor defensa del torneo.
A su regreso de la justa mundialista, fue entonces cuando el hijo de «El Grande», el mismo que después a lo largo de su carrera de 18 años en Grandes Ligas le apodaran el «Pequeño Luis» (Little Louie), tenía estipulado hacer su debut en el Béisbol Profesional el 17 de Noviembre de 1953 pero tal cual como él mismo después lo expresó, la Santa Patrona, La Virgen de La Chinita decidió que su debut fuese en su día, el 18 de Noviembre, ya que para el día anterior, una soberbia lluvia impidió que para ese día se estrenara al profesional el hoy en día Hall of Fame de Grandes Ligas.
Fue así como el 18 de Noviembre de 1953, día de La Chinita, en el Estadio Olímpico de Maracaibo, conocido hoy en día como el estadio Alejandro Borjes, abarrotado a su capacidad máxima de entre 7 y 8 mil espectadores, más los fanáticos que colmaban en los alrededores del recinto, en juego entre Gavilanes y Pastora, novenas que además encarnaban la máxima rivalidad entre las novenas de la zona, se dio el debut al profesional de Luis Ernesto Aparicio Montiel.
18 de Noviembre de 1953, momento importante e inolvidable para el Béisbol venezolano, Luis Aparicio Ortega, mejor conocido como Luis Aparicio «El Grande» se retiraba como pelotero activo y su hijo, su heredero y futuro Salón de la Fama de Grandes Ligas, Luis Ernesto Aparicio Montiel, el Pequeño Luis o Little Louie, se estrenaba como Pelotero Profesional.
El hecho se materializó cuando en su primer turno del encuentro con Gavilanes, el lanzador del Pastora Howie Fox realizó un lanzamiento desviado y Aparicio El Grande se apartó y con lágrimas en los ojos llamó a su hijo, le hizo entrega del madero, para que éste completara el turno al bate. Luego, también le hizo entrega del Guante para que cubriera el Short Stop. En la memoria selectiva quedó el traspaso del guante por sobre la entrega del bate, debido a la calidad defensiva de la sexta posición a lo largo de las carreras de padre e hijo pero la transferencia fue de bate y guante.
A partir de 1956, Aparicio hijo realizó carrera de 18 años en Grandes Ligas, Novato del Año, 9 Guantes de Oro, 9 lideratos de Robos de Bases, 13 Juegos de Estrellas, segundo en la votación al MVP del Campeonato de la Liga Americana de 1959, una Serie Mundial (1966), y una placa en El Salón de los Inmortales de Cooperstown, el Salón de la Fama.
Aparicio hijo, logró expresarle a su padre, a través de su madre, que había cumplido la orden que años atrás le dió, ser el número uno, el mejor.
Años más tarde, lo más notable de su grandeza, está bien resguardado en su enorme humildad, cuando para el programa televisivo semanal del Béisbol venezolano, Play Ball, se le realizó una entrevista y se le preguntó sobre el momento que mantenía permanentemente en su mente, entre tantas cosas y tantos logros a lo largo de su carrera, a lo que respondió:
«Lo que siempre llevo en mi mente y en mi corazón, como el mejor momento de mi vida profesional, fue cuando aquel día, en un pueblo de Estados Unidos de Norteamérica llamado Cooperstown, sonó el Himno Nacional de Venezuela en mi nombre»
Por: Julio Sánchez Alvarado